Trauma marica guerra y a volver a casa llenos de medallas, habiendo recuperado las Malvinas, que siempre fueron y serán argentinas. Qué pelotudo fui. Qué manera de hablar al pedo. pp. 77 78)
Daniel intuye que Juan es gay; pese a eso, lo aprecia, reconoce que en buen pibe: Me caía bien, aunque mirase películas de putos. Yo nunca vi una peli de esas. Tampoco había visto tanta nieve y tantos muertos. Siempre hay una primera vez. me decía y se reía y me hacía reír a mí (p. 93. Daniel pensaba que Vargas había inventado la película para arrimarse y tocarlo. Finalmente, entiende que su compañero de trinchera no mentía: a Me parece escuchar su risa ahora. Nunca fui a Santa Fe. Nunca había tenido un amigo gay, tampoco. Pobre Vargas. Él no volvió. Se quedó allá, para siempre, formando parte del suelo de la Isla con su cuerpo.
Yo tuve más suerte y cuando llegué, zas, me olvidé de todo y ya fue.
Seguí para adelante como pude, pero seguí. pp. 94 95)
En 1995, finalmente, Claudio ve por casualidad una copia arruinada de Tarzán Boy en un cine porno de Avellaneda, en un momento de gran fragilidad emocional. Viene del cementerio de la Chacarita, devastado tras la cremación del cuerpo de Denis, quien fue su pareja los últimos tres años. En ese lapso, Denis contrajo HIV sida y falleció en el Hospital Muñiz tras meses de doloroso padecimiento: Parecía un fantasma con los brazos llenos de manchas. Del Denis que yo amé, solo quedaban sus enormes ojos marrones, lo demás había ido borrándose, pegándose a los huesos (pp. 96 97. Pese a que su familia no aceptaba la relación con Claudio, la madre de Denis le entrega la carta que escribe en su lecho de muerte. Con el sobre en la mano, cruza hasta una pizzería, toma la primera de varias cervezas que beberá esa noche y sin abrir la carta empieza una deriva que lo exime de volver a su pensión: Seguí aturdiéndome por la ciudad sin dejar de beber y llorar. Escapando de mi destino. Viajando de un lado a otro sin más equipaje que una carta (p. 97. Deambulando de Chacarita a a 329