Prendidos en ese abrazo complacido, la cineasta dice: Ahora me doy cuenta. Yo soy el fruto de todo ese amor. 110 Cliché, sí, pero nos complace. Movámonos ahora a lo puro y duro de la teoría.
La calma materna: self touching Self touching es un concepto de difícil traducción. Podríamos decir que es un estar en contacto y bien con uno mismo, un sentirse y amarse personal que, paradójicamente, permite dejarse afectar por la otra, dejar que la otra entre en nosotras, que nos conmueva. Este acto es una de las muchas significaciones que intercepta, en el trabajo de Catherine Malabou, el ambiguo concepto del heteroafecto, también paradójico, que significa abrirse y dejarse conmover por la otra. El concepto de autoafecto o quererse a una misma, entrar en contacto, se habla en voz aspirada, interna: es ese oírse propiamente; esa especie de autorreflexión o introspección sensorial, si me permiten expresar así pensamiento y sensación a la vez, en la cual el sujeto se siente viva, sabedora de sí, de su propia existencia. Sospecho que esto ocurre a la mujer y al hombre de este film, como progenitores, en los momentos de la interpelación de su hija, más aún al referirse a su intimidad como pareja, o al reclamo de amor hacia ella, nada de lo que ellos quisieran ahora volver a representar o ensayar presumoEl quererse a uno mismo coincide con la vida misma; es un tipo de emoción que implica sorpresa y apertura, literalmente metafísica del tacto, sentimientos que giran en círculos y atan el alma a sí misma. Por eso creo que esto ocurre dos veces, una en la escena del aposento en que la hija reclama dulcemente a su madre el amor maternal, y con el padre en la escena donde él le pide perdón y se echa a llorar.
Mientras en la primera la madre permanece imperterrita, en la segunda el padre llora, y cuando la hija lo consuela, los latidos de su corazón constituyen la banda sonora por un momento en el film. Por eso es que auto y heteroafecto se trenzan en una simbiosis inseparable en el cuerpo de apariencia serena de la madre y juguetón del padre. La filmación privilegia esa filosofía: el ser no existe antes de ese movimiento del afecto hetero, de la heteroafección, o amor a la otra; a la otra dentro de una misma, esa interna extraña y desconocida que despierta de pronto al roce de la palabra; esa que oímos hablar de frente, fuera y dentro de nosotras mismas. Este ordenamiento de lo sensible se materializa desde las primeras puestas en escena, en las preguntas y respuestas entre padre, madre e hija, sobre las cuales ellos seriamente recapacitan. Integridad minuciosa y grito consolable, modo de vida medular, en la medida en que uno, o en este caso, madre y padre, se dejan conmover por esa otra que es tanto sí misma de ellos tres. Cómo decir y explicar este aparente 110 Carrión, Heredera del viento.
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