Ciudad de la Investigación, Universidad de Costa Rica

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estrictamente al tema de la violencia.
Vayamos, ahora, a intentar captar la lógica hobbesiana, específicamente plasmada en el capítulo XIII del Leviatán.
Indudablemente podemos considerar a Hobbes como el primer pensador categóricamente moderno en el terreno de la Filosofía Política, si por axioma moderno entendemos el problema del orden que se genera a partir de una ontología del individuo, una vez roto el organicismo medieval. No es azaroso que Hobbes parta del concepto de naturaleza humana, pero ahora percibida desde el registro de la igualdad. Así, lo que genera la posibilidad de la guerra es la igualdad que reina en el estado de naturaleza en una dinámica en donde no existe la propiedad privada, y donde todos tenemos derecho a todo lo que consideramos apto para nuestra propia supervivencia, ya que el primer bien al que tienden todos los hombres es a preservar en el ser, dinámica biológica por excelencia. Es esta lógica la que genera que basta que dos o más hombres quieran los mismos objetos para entablar una posible guerra. Así Hobbes sostiene categóricamente: La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y del espíritu que, si bien un hombre es, a veces, evidentemente, más fuerte de cuerpo o más sagaz de entendimiento que otro, cuando se considera en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es tan importante que uno pueda reclamar, a base de ella, para mismo, un beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar como él (Hobbes, 1980: 100. La metáfora de la igualdad es una de las representaciones más fuerte de la modernidad. De ahí que la política derive en lucha por el reconocimiento y se empiece a jugar como juego de relaciones, a diferencia de la noción medieval de estamento 4³. Pero esta igualdad, sobre todo en relación al cuerpo y el alma, pone a los hombres en una relación especular. Así se entiende, para decirlo en términos lacanianos, que no sólo el registro simbólico es determinante en lo que respecta a la violencia y la guerra, pues sin esa inscripción simbólica no habría discriminación, incluso nominación, de la violencia, sino, también, del registro imaginario que se produce en la confrontación de los difer137