Tercera parte. Jerarquización de la diferencia jo filipina. En las últimas décadas, se ha producido una devaluación y una disminución constante del trabajo agrícola, un sector laboral tradicionalmente dominado por los hombres (Estudillo et al. 2001. la proporción de filipinos empleados en la agricultura ha caído del 52 en 1980 al 27 en 2016, mientras que los empleos de servicio han aumentado de menos del 26 al 56 del empleo total en ese mismo período (World Bank 2017; Park y Noland 2013; Briones 2017. Como resultado, los hombres rurales han tenido cada vez más dificultades para cumplir con sus roles tradicionales de proveedores de familia (Alipio 2013. En este contexto, Kathryn Hill escribe sobre las masculinidades tenues de los filipinos pobres (2011, 237. Los proyectos de desarrollo local y la inserción de la mano de obra filipina en los flujos globales de movilidad se han traducido en más puestos de trabajo para las mujeres que para los hombres, dado que la retórica de las políticas de desarrollo y las cadenas globales de cuidado favorecen el rol naturalizado de la mujer en el cuidado (Resurreccion 2006. El Estado y los programas de desarrollo apoyan las fuentes alternativas de sustento de las mujeres a través de microcréditos y proyectos de generación de ingresos. Así, y además con la feminización de la migración, el alcance y la importancia económica del trabajo de las mujeres aumenta, a la vez que el empleo masculino, particularmente en las zonas rurales, se contrae (Kajisa 2007. La caricatura cultural de la irresponsabilidad (de los hombres con el dinero perjudica su acceso a créditos formales (Hill 2011. aumentando su vulnerabilidad a los usureros. Además, las familias rurales son más propensas a dejar la tierra a sus hijos, mientras invierten en la escolarización de sus hijas (Estudillo et al. 2001. dadas las transformaciones laborales y económicas, esto coloca a los hombres rurales pobres en una clara desventaja en el mercado laboral.
Pero a pesar del creciente poder económico de las mujeres, poco han cambiado los roles de género en la sociedad filipina. Se ha encontrado que tanto hombres como mujeres devalúan el trabajo femenino lo consideran temporal, no cualificado y complementario, incluso si representa el principal ingreso del hogar (Collantes 2016. Además, el trabajo en el sector de los servicios se aprovecha a 362