Ciudad de la Investigación, Universidad de Costa Rica

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Denisse Roca Servat y Victoria Cifuentes tarde, según las piangüeras, es en la puja grande el ciclo en el que más aumenta la captura del molusco.
El desplazamiento desde los caseríos hasta los manglares, que, en la bahía de Málaga, son muchos y en muy buenas condiciones de conservación, se hace a canalete o con motor, depende del número de mujeres que componen el grupo y el lugar seleccionado para la actividad. Asimismo, la disponibilidad de un motor en la familia y del dinero para la compra del combustible determinan la forma de llegar hasta los manglares. En el camino las mujeres conversan y deciden hacía qué estero dirigirse; para tal definición se tienen en cuenta asuntos como el ciclo de la marea, si son días de quiebra o de puja, así como la frecuencia con la que ellas u otros grupos de mujeres han visitado cada estero. En todo caso, se opta por rotar los lugares donde realizan la actividad para favorecer la reproducción del molusco.
Al igual que en la pesca, la recolección de piangua está estrechamente ligada a los ritmos de la marea. Producto de esta labor ancestral las mujeres han desarrollado con años de práctica, habilidades especiales para encontrar entre el barro las conchas, afinando tanto la vista como el tacto para ver y sentir las pianguas, y para seleccionar las áreas dónde se encuentran la mayor cantidad y la de más fácil acceso. Así mismo, las mujeres trabajan durante largas jornadas de trabajo sacando la piangua en grupos y luego durante las labores de comercialización o intercambio comparten con otras mujeres que no van al manglar, ya que hay mujeres que se integran a esta cadena con la compra de piangua para su posterior venta en Buenaventura. Este compartir en diferentes momentos teje vínculos de compañerismo, para formar un engranaje social que se soporta en la colectividad, el trabajo conjunto y la solidaridad (ver foto en página siguiente. Al regreso de la jornada en el manglar, así como en el caso del pescado, parte de las pianguas recolectadas son destinadas para el consumo familiar, el restante se vende a otras piangüeras o a mujeres que no van al manglar, pero que se encargan de la comercialización hacia Buenaventura. Mientras se recolectan suficientes docenas de piangua, entre mil y dos mil docenas, los animales se almacenan en quinchos, una especie de corrales donde se mantienen con vida, ubicados en las cercanías de las viviendas en zonas bajo el influjo de la marea. Hacen referencia a concepciones que tienen los pescadores en el Pacífico colombiano sobre las interacciones entre la Tierra, la Luna y el Sol y sus consecuencias en la dirección de los vientos, así como en los cambios de la marea. Para más información, véase Aroca, 2013.
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