Ciudad de la Investigación, Universidad de Costa Rica

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Entrada Quienes, irritados, acusan a la filosofía colombiana de academicismo y aislacionismo, suelen dejar por fuera de su análisis las condiciones que impone esa tardía formalización. Ignoran la necesidad de defender las condiciones mínimas para el desarrollo de la filosofía en niveles capaces de interacción con la producción y la discusión entre saberes que se genera en la universidad en general. Ignoran el modo en que la realidad académica, cultural y política del país viabilizan u obstaculizan la posibilidad de que la comunidad filosófica interactúe más directamente con la sociedad. En la medida en que esas condiciones se vayan remontando, se podría alcanzar una relación más dialógica de la filosofía con su entorno y cesaría la presión de que ella se justifique, inapropiadamente, ante tan desmedidas exigencias extrafilosóficas.
La pretensión de que el filósofo sea un militante. en un país signado por el conflicto armado, adquiere connotaciones especiales, que no se reducen al peligro de ser perseguidos por el poder (ese peligro lo vivieron los filósofos desde Sócrates y Séneca hasta Tomás Moro, Antoni Gramsci o Rosa Luxemburgo, por solo nombrar algunos. sino que entrañan también un menoscabo de la actividad filosófica misma. Difícil resulta para la filosofía hacer oír su voz diferenciada en medio de las lógicas bélicas y las posturas conservadoras de un ambiente poco amable con los derechos del pensamiento, del libre examen y de la crítica.
Independientemente de los beneficios momentáneos que los individuos formados en la filosofía, en cuanto ciudadanos, le puedan brindar a las causas sociales y políticas en un país que por generaciones ha visto sacrificar académicos brillantes bajo el imperio de los fusiles, esos aportes no agotan lo que la filosofía misma, como empresa intelectual, podría ofrecer en el largo plazo a la consolidación del trámite político de los conflictos en la sociedad colombiana. No es necesario repetir la frase de Spinoza de que en tiempos de guerra los filósofos deben callar. para entender que su trabajo es de más largo alcance y que requiere de cierto nivel de procesamiento, tanto en la mal reputada torre de marfil (la soledad del estudio del 23