Ciudad de la Investigación, Universidad de Costa Rica

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Le digo que me cuide de todas las maldades o de un mal pensamiento que piense yo. verdad? Le digo, mirá, hija, borráme, borráme del mal pensamiento que tengo. Porque el estar uno solo, uno piensa cosas feas. Ha habido momentos que, dios me perdone, que he pensado mal, de matarme. 94 En este parlamento hipado, la última frase preposicional se aspira; es, así, apenas audible como aire inspirado, de sentido interno, hacia dentro, no enunciable ni divulgable; algo muy íntimo. El exordio pide amparo, cuido, compañía. La imagen de la vieja ausente, voiceoff, la cámara sobre el retablo, el altarcito, la llama de la vela en primer plano ensombreciendo todo lo demás. Pero. con quién habla ella. quién le dirige sus palabras. quién le cuenta la historia? En apariencia es un soliloquio en voz alta que habla y pide confirmación de que la están oyendo cuando pregunta, repetidamente. verdad? Al hablar, la vieja está de espaldas a la cámara o ausente, y lo que oímos es sentido por el ritmo sollozante, por las palabras entrecortadas por el aliento, la emergencia de eso prelingüístico que tiene la materialidad del aliento, apenas sonido, silabeo que se aspira o expele con fuerza suspiro o bufido. Todos los sentidos del vidente en alerta. No queremos perder palabra pero tampoco imagen, ver lo sonoro, oír lo visual aconseja Forcinito con palabras de Sor Juana. Señal de alerta estética, sinestesia que toma posesión del vidente por una mirada que demanda absoluta atención a la relación espacio sonido, ojos y oídos en asedio mutuo.
Sigue la línea de la memoria ternura en el reiterado uso del diminutivo pelito, trencitas, guacalito, ropita. regresión a la niñez, pasado hecho presente: de fondo, una cascada de agua que fluye, una mujer de espaldas baña a una niña: Cuando nació era bonita mi hija y siempre con su pelito colocho. Para que más se le ondulara el pelo, le hacía trencitas de mecates de huerta. Le gustaba irse a bañar en un río que le dicen La Quebradona. Agarraba su guacalito, y le decía yo. para dónde vas, hija? lavar la ropita mía, me decía. 95 La voz quebrada como guía en crescendo va directa al drama: Esta lucha, me dijo, que vamos a hacer, es para que todos vivamos iguales. Ahora la oímos a ella, a la niña recordada como adulta decidida en tránsito, prohibiéndole llorar a su madre y advirtiendo que todos de la muerte somos. Nos quedamos con el juego verbal: le dije yo. dijo. le dijo, le dije. me dijo. les dije yo. me dije yo. Ese objeto indirecto le. que significa a él, a ella. el posesivo me usado hacia fuera, como lanza mortal, y hacia dentro, me dijo. me dije. en reflexión póstuma. Cuántos serían los que vinieron a recogerla? Eso no lo sabremos porque está fuera del ritmo acompasado del drama inscrito en la diégesis del relato e impreso en el silencio del alma: 94 Huezo, El lugar más pequeño.
95 Huezo, El lugar más pequeño.
Modalidades de memoria y archivos afectivos: Cine de mujeres en Centroamérica Ileana Rodriguez. 61