El Antropoceno como diagnóstico y paradigma.
marcada por el cambio climático, entre otras cosas, y bien podría perdurar una vez que el capitalismo desaparezca o, en su defecto sufra, mutaciones importantes. En esta línea, el historiador hindú Dipesh Chacrabarty plantea una dislocación de temporalidades, a partir de la desconexión entre la escala humana y la no humana, visibles en las diferencias entre la narrativa de los paleoclimatólogos respecto de aquella otra con la cual nos representamos la historia de nuestras sociedades. Sin embargo, la aceleración de los cambios hace que nuestra historia sociocultural se convierta en historia biogeofísica. Por ende, el Antropoceno presenta dilemas insolubles que no pueden comprenderse si no retomamos la historia del planeta y de la vida en este; un terreno en que especialistas de las ciencias duras y aquellos de las ciencias humanas deberían reencontrarse. sostiene Chacrabarty (2014, 146. Chakrabarty considera que las categorías críticas disponibles, entre ellas las que ofrece el marxismo, son insuficientes para comprender el Antropoceno. Esto no quiere decir que no haya una relación entre capitalismo y cambio climático, pero ambos conocen temporalidades diferentes. En esa línea, propone menos una narrativa única para comprender el Antropoceno que un pensamiento complejo que piensa las fallas en tres escalas. La primera refiere a nuestro conocimiento de la incertidumbre radical que introduce el cambio climático y nos coloca frente a consecuencias de orden catastrófico, a fenómenos marcados por la no linealidad, de carácter irreversible en sus consecuencias, que dificultan cualquier proyección a escala humana. Así, mientras la historia del clima se instala en una lógica de la larga duración, nuestras estrategias de gestión de riesgos proceden de cálculos a corto término de los costos y sus probabilidades. La crisis climática nos obliga a pasar y pensar las dos escalas en su conjunto. La segunda falla remite a aquellas cuestiones asociadas a los diferentes planos de la justicia: social, intergeneracional, entre países pobres y países ricos. Contra aquellos que asocian exclusivamente Antropoceno y Capitalismo, Chakrabarty propone el ejercicio de pensar en términos contrafácticos: si suponemos un escenario en el cual todos los países se hallaran en situación de prosperidad socialista, el mundo sería sin duda más igualitario y justo, pero nuestra huella ecológica sería aún mayor. Esto quiere decir que la crisis climática no es el resultado de las desigualdades económicas; la reducción del cambio climático a la crisis del capitalismo enmascara aquello que los climatólogos subrayan, esto es, el hecho de que nuestra capacidad de actuar como especie o fuerza geofísica es más larga que el propio capitalismo. La tercera falla que identifica Chakrabarty está referida a la preeminencia de las narrativas emancipatorias antropocéntricas, centradas en el bienestar material, lo que, desde América Latina, identificaríamos como la narrativa modernizadora desarrollista. En esa 77