la afección profundamente dolorosa del personaje que le impide rememorar el pasado: Es agradable recordar. Respiro. Sonrío. Estás lágrimas sin puerto. a qué vienen. Me hacen daño! yo debo reír, reír, reír (Viteri 1969 17. Elsa personifica el dolor por la pérdida que asiste al extranjero, al otro; sin embargo, su extranjería difiere de la de su padre. Llegó a Miami siendo una adolescente y tuvo que enfrentarse al desmoronamiento de su familia que ya no fue la misma de antes. Elsa, a diferencia de su padre que había experimentado una niñez abatida, tuvo, antes de llegar a Miami, una infancia privilegiada, su familia le había proveído todas las comodidades y el amor filial que todo niño necesita. Conocerá el hambre y la miseria más tarde, mientras tanto, procurará llenar el vacío de la pérdida como lo hace un adolescente, sobre todo en el contexto de la explosión de la juventud de Estados Unidos, por esos años. Pepín y yo tuvimos que crearnos nuestro propio mundo.
Organizar fiestas, paseos, bailes. Salir de casa, abandonar ese viento denso (Viteri 1969 44. Se sienten libres para probar toda clase de excesos. Asssiií. suave, suavecito mi nenaaa. Vamos, gózame, gózame que me muero, la vida es corta y el mundo estalla!
Jornadas divinas, fantásticas, agotadoras. Según el reglamento nadie podía interrumpir la fiesta ni salir de ella. Si los zapatos molestaban. echarlos a un lado! así, con toda prenda que importunase (Viteri 1969 54. Freud describe dos estados de la psiquis: el duelo y la melancolía, ambos como resultado de la pérdida. En el duelo, el examen de la realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto (Freud 19151917 Pero, en el caso de Elsa y de Pepín, aunque tratan de llenar el vacío de la pérdida con los excesos que su juventud les permitía, fracasan. Pepín se degrada y termina en la cárcel. Elsa siente vergüenza de sí misma, trata de alejarse del grupo pero no puede.
Juré no volver y volví. Qué me atraía. El vicio, la orgía, el sexo puramente. Nada me libraba del fuego despertado en mi sangre. Una ola de calor hería mis entrañas, me retenía junto a esos jóvenes un poco locos, un tanto fatuos.
Cuando me alejé, una vida me habitaba. Una vida que se formó sin pasión, sin ternura. Una vida. Viteri 1969 57. 19