Ricardo Cuevas Bascuñán sociales y culturales a un espacio determinado, cargarlo y o llenarlo de componentes simbólicos, o sea, formas comunicacionales e identitarias propias del grupo ocupante, ocupar es una acción política.
Resignificar el territorio, reterritorializarlo, por lo tanto, resulta ser una actividad política, ya que intenta responder como una alternativa plausible y contrahegemónica al agenciamiento efectuado desde las agencias dominantes, una respuesta politizante ante un proceso despolitizante. o más bien, que genera vacíos políticos en los sujetos mismos.
Las barras, por lo tanto, lejos de ser sujetos colectivos apolíticos, guardan un profundo sentido político que nace desde el mismo momento en que se conforman como sujetos correlacionados y conforman una identidad propia, desde que se subjetivizan y devienen en lo que es la barra, produciendo y configurando los patrones que darán forma a la estructura que reconocen como propia.
En materia de prácticas discursivas vemos como los discursos públicos tienen aspiraciones hegemónicas, representando a las agencias gubernamentales, donde se busca penetrar los cuerpos de los sujetos dominados, atribuyéndoles un relato con el fin de que sea incorporado y compartido, es decir, que los discursos pasen a formar parte del sentido común como una verdad. Por otra parte, el discurso clandestino tiene como principal objetivo la construcción de un discurso disidente, antagónico, que tensione los límites de la relación con los agentes y las agencias.
Esta disputa entre discursos, si bien no surge necesariamente como una coyuntura política, si es posible definir que su evolución se debe a la constante utilización de herramientas políticas, en el afán por posicionarse como un discurso verdadero. Por lo tanto, estos se convierten en discursos políticos, los cuales pueden asumir distintos espesores según el momento histórico que defina la coyuntura. Por ejemplo, desde el sector que declara su resistencia ante otro dominante, los discursos pueden adoptar dos formas: una manifiesta y otra latente.
La latencia en los discursos se traduce en su ocultamiento con fines políticos, donde lo declarado es un posicionamiento dócil frente territorialización de los espacios vacíos, generan nuevos procesos de subjetivación, autogestionados y contrahegemónicos. El sociólogo español y doctor en Ciencias Políticas, Miguel Martínez, señala que la okupación no solo moviliza socialmente recursos antes privatizados (o de propiedad estatal pero infrautilizados. sino que usa la contracultura creada en esos espacios reapropiados como fuerza de movilización social, de contrainformación y, lo que choca directamente con las teorías clásicas de la movilización de recursos, de provisión de estos, tanto materiales y espaciales, como informativos y relacionales para la juventud (2001: 16. 146