Ciudad de la Investigación, Universidad de Costa Rica

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Marta Lamas En lo que fue el centro geográfico y político de Mesoamérica el término con que se designaba a las prostitutas es muy elocuente: ahuianime, del verbo ahuia, alegrar. es decir, las alegres o las alegradoras. ¹0 No había una dicotomía entre las putas y las demás mujeres, y las alegres contaban con un singular reconocimiento social y religioso. Algo significativo es que no había espacios designados para la prostitución, ni lugares específicos para su ejercicio: cada mujer vivía donde le apetecía. Con el impacto cultural de la Conquista esa forma de intercambio sexual se eclipsó, y desaparecieron las alegres o alegradoras.
La llegada de los españoles favoreció la práctica de una prostitución similar a la hispana. Ana María Atondo (1992) señala que en la España de finales del medioevo la prostitución se practicaba por lo general bajo el control de proxenetas o alcahuetas, con un limitado margen de acción de las mujeres, muy diferente de cómo ocurría aquí. El cambio en nuestras tierras fue brutal, pues se instaló y arraigó el estigma occidental, derivado del ideal de castidad y recato de la feminidad (Leites, 1990. Así, hoy en nuestra cultura persiste la clasificación de las mujeres en virtuosas y disolutas o, como se suele decir de modo coloquial, en decentes y putas. El apelativo de puta se usa contra mujeres que desafían el ideal cultural que se tiene sobre la feminidad, compuesto de pureza, recato y fidelidad, y se aplica también a mujeres que otorgan libremente sus favores sexuales, sin cobrar. partir de la creencia de que los varones requieren variedad sexual para su salud, no se les estigmatiza por tener aventuras. pues, además así fortalecen su valor masculino.
La doble moral es evidente: lo que prestigia a los hombres, desprestigia a las mujeres. Anthony Giddens (1992) señala que, comparados con las mujeres, los hombres son más inquietos. compartimentan su actividad sexual, y su compulsión sexual los conduce a una sexualidad episódica que evita la intimidad. Como esta conducta se interpreta como natural se acepta que tengan múltiples encuentros sexuales antes y después del matrimonio.
10. Roberto Moreno de los Arcos (1966. siguiendo a Miguel León Portilla (1964) las llama alegradoras mientras que Alfredo López Austin (1982) discrepa de tal traducción y propone que simplemente se trata de las alegres.
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