Ciudad de la Investigación, Universidad de Costa Rica

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Miriam Kriger En esta línea, una restricción que tuvimos muchxs investigadorxs y más aún de la ciencia y la educación públicas tuvo que ver con la esperanza (entendida con Hobbes, como reverso del miedo. que anida en todo progresismo ilustrado. Digo: nuestro problema no fue con lo que no vimos (de hecho, todxs lxs autorxs de este libro documentamos muy precozmente y problematizamos los primeros indicios de estos giros. o lo que no previmos (porque en gran medida lo hicimos: anunciamos, enunciamos y hasta denunciamos. ni lo que nos resistimos a analizar (volvimos al campo y profundizamos, tampoco cedimos ni al espíritu celebratorio ni al entusiasmo que supo generar la emergencia de lxs jóvenes en la escena pública desde una mirada adultocéntrica. sino justamente con lo que sí vimos, previmos y analizamos, pero no pudimos alojar sin transitar antes un intenso proceso reflexivo.
En gran medida, ello se debe al carácter positivo y transformador que tendemos a asignar tanto a la política como a la juventud y que dificulta el reconocimiento de una politización juvenil en clave conservadora, aun cuando como escribiera Mannheim en ¡1928. no hay nada más incorrecto que suponer como presume acríticamente la mayoría de los teóricos de las generaciones que la juventud sea en sí misma progresista y la vejez en sí misma conservadora. Teníamos vasto conocimiento de los procesos que se fueron gestando, si nos sorprendieron no fue por inesperables sino por inesperados; digo: no eran lo que esperábamos sino lo que temíamos; y solo pudimos comprenderlos cuando dejaron de ser (para nosotrxs) ambas cosas y pudimos vincularnos simplemente con lo que estaban siendo en su inmanencia. Para ello, debimos atravesar la experiencia del neoliberalismo por eso mismo recargado, teñida por el sinsentido y la sensación de intemperie, porque nuestras palabras no servían en ese lugar. Es que mi dinero no vale. Son otra cosa. escribió Gustavo Varela en su muro, que luego advirtió sobre la inutilidad de argumentar o acusar, porque como en The Truman Show, rebotamos contra la nube.
Es una puesta en escena sin afuera. Una política sin afuera (Varela, 2019, 11. Pero afuera (de la puesta en escena) sí había un afuera, como la otra fiesta en el centro del vacío del poema de Juarroz. nosotros nos vimos lanzados al intenso ejercicio de entrar y salir de estas performances, realidades sociales entre las que discurrían también nuestras vidas, mientras doble hermenéutica de las ciencias sociales nos jaqueaba por momentos la existencia. Hicimos un aprendizaje significativo, un cambio conceptual que se expresa en muchas dimensiones, en los múltiples y plurales saltos epistemológicos que nos situaron acaso más entre los conceptos y entre los argumentos que en ellos.
Tuvimos que poder con lo que vimos, con lo que previmos, con lo que 22